Introducción

La inflamación (del latín inflammare, que significa encender fuego) es un proceso de respuesta vascular y celular de los tejidos de un individuo vivo ante una agresión local. Comprende una compleja serie de eventos, algunos secuenciales, otros simultáneos y muchos interdependientes que atraen células y moléculas de la circulación hacia los tejidos lesionados, con el fin de eliminar al agente agresor y reparar el daño causado.

Los mecanismos por lo que se genera la inflamación han sido estudiados desde hace muchos años, desde que Cornelius Celsus describió cuatro de los signos cardinales de la inflamación, los cuales se desarrollan inmediatamente después que el tejido ha sido dañado: calor, rubor, tumor y dolor. Posteriormente el quinto signo, pérdida de la función, fue agregado en el siglo XIX por Rudolph Virchow, aunque frecuentemente se le atribuye a Galeno.

Una gran variedad de estímulos físicos, químicos y biológicos pueden desencadenar el proceso inflamatorio.  Las infecciones bacterianas, virus, hongos y parásitos, así como las toxinas microbianas, se encuentran entre las causas más comunes e importantes. Los productos del tejido dañado pueden ser por sí mismos, estímulos inflamatorios, ya que liberan moléculas proinflamatorias al morir, cualquiera que haya sido la causa (trastornos circulatorios, agentes químicos, daños físicos).

El proceso inflamatorio es complejo pero muy interesante e importante para comprender gran variedad de procesos patológicos.

Células que participan en el proceso inflamatorio

Al ser la inflamación un proceso complejo de defensa del organismo es necesaria la participación de un gran número de células para llevar a cabo dicha respuesta.

 

Neutrófilo

Son leucocitos generados en la médula ósea a partir de precursores mieloides. Deben su nombre a que los gránulos que contienen en su citoplasma no tienen una afinidad clara por lo colorantes de la tinción de hematoxilina y eosina.

Son también conocidos como polimorfonucleares, debido a que su núcleo es multilobulado.

Eosinófilos

 Este tipo de leucocitos debe su nombre a que los gránulos en su citoplasma se tiñen con eosina (rojos).

Basófilos y mastocitos

 Los basófilos son células importantes en la inflamación crónica; son atraídos por las citocinas de los linfocitos. Constituyen menos del 1% de los leucocitos circulantes. Son similares en forma y núcleos a los neutrófilos y deben su nombre a que los gránulos en su citoplasma se tiñen con hematoxilina (son azules o basofílicos).

Los mastocitos, también conocidos como células cebadas, se encuentran principalmente en sitios perivasculares en prácticamente cada órgano del cuerpo. Ambos están muy relacionados funcionalmente y tienen muchas similitudes, como la presencia de gránulos que se tiñen metacromáticamente en el citoplasma. Esto es debido a su contenido rico en mucopolisacáridos sulfatados, principalmente heparina, histamina y proteinasas.

Macrófagos

 Forman parte del sistema mononuclear fagocítico. Los monocitos son fagocitos maduros que circulan en la sangre. Una vez activados por varios mediadores químicos, migran hacía los tejidos dañados y se transforman en macrófagos e histiocitos.

La mayoría de los macrófagos que encontramos en las reacciones inflamatorias en los tejidos, derivan de monocitos circulantes en sangre originados de la médula ósea. Los macrófagos pueden tomar nombres distintos de acuerdo con el tejido en el que se encuentren presentes, así tenemos a las células de Kupffer (hígado), los histiocitos de los senos medulares (bazo y linfonodos), las células de la microglía (sistema nervioso central), o los macrófagos alveolares (pulmones).

Linfocitos y células plasmáticas

Estas células están involucradas principalmente en las respuestas inmunes adaptativas (específicas).

Los linfocitos son heterogéneos en cuanto a tamaño y forma, son más pequeños que los neutrófilos, tienen un núcleo grande y densamente teñido y escaso citoplasma.

Los linfocitos se diferencian en tres líneas de células reactivas: los linfocitos T, que participan en la respuesta inmune celular; los linfocitos B, encargados de la respuesta inmune humoral; y las células NK (natural Killer) o linfocitos grandes granulares, que destruyen a las células infectadas. Los linfocitos T a su vez, se dividen en dos subgrupos, los linfocitos T cooperadores (CD4+), linfocitos T citotóxicos (CD8+).  Los linfocitos B se transforman a células plasmáticas, que a su vez son las productoras de anticuerpos.

Plaquetas

Las plaquetas son fragmentos del citoplasma de los megacariocitos de la médula ósea, son pequeñas y carecen de núcleo.

Dentro de sus principales funciones destaca su capacidad de sintetizar y secretar proteínas, presencia de receptores para diversos procesos fisiológicos y patológicos, reconocimiento y unión de patógenos y transducción de señales.

Células endoteliales y fibroblastos

 Las células endoteliales son participantes importantes en el proceso inflamatorio debido a que para dejar la circulación sanguínea y entrar a los tejidos lesionados, los leucocitos tienen que atravesar la microvasculatura, en donde tienen que interactuar con las células del endotelio.